"Tu mejor testimonio es una voz al aire
y no el gran ruido que no permite hablar
y que al final impide pensar también
en lo que está ocurriendo."
J.A.Goytisolo
Hace ya algún tiempo que
principalmente me limito a observar lo que ocurre. Quizá en otro tiempo hubiera
participado más activamente en todo lo que acontece. Hubiera participado en los
debates que se planteaban en cualquier ámbito, expresado mi opinión o
formado parte en iniciativas que me fueran afines. Pero hace ya tiempo que esto
no me motiva y me limito a observar, analizar y guardarme gran parte de mis
opiniones. No sé el motivo exacto, pero hay algo de apatía y aburrimiento. Por
lo general he evitado tener debates políticos o dar mi opinión sobre los temas
del momento. Sin embargo, sí que he visto debates en
televisión, en las redes sociales. He
observado la repercusión que ciertas noticias pueden llegar a tener y he
observado que sobretodo impera la falta de rigor, de análisis, de reflexión.
En todo este tiempo he visto una
revolución en las redes sociales por la muerte del perro Excalibur y
como durante un tiempo todos nos estremecíamos y nos apenábamos con los casos
de Ébola. He visto a personas indignadísimas con los numerosos casos de
corrupción, con los que nos bombardean cada día. Gentes que reclaman cárcel sin
piedad para todos los corruptos. Y por supuesto toda esa gente que apelando
valores universales y muy profundos reclama la independencia de Catalunya o la
rechazan. Tímidamente he opinado de estos temas y muchas veces he evitado dar
mi opinión y lo sigo haciendo. Quizá porqué con cada nueva tendencia o polémica
me voy sintiendo más fuera y tengo la sensación de que aquello sobre lo
que se debate no va conmigo, no por poco interés, sino por la manera en que se
formalizan y argumentan esos debates.
El sacrificio de Excalibur me
pareció algo “typical in Spain”. Lo del Ébola a estas alturas me da la
sensación de que pasó hace muchos años, me trajo recuerdos de la gripe A y lo
curioso es que ya nadie habla de nuevos infectados, supongo que ahora ya sólo
se mueren de Ébola en África. La independencia de Catalunya no me preocupa
demasiado. La identidad y la patria nunca han sido para mí un valor, no me
sentiré mejor si en mi DNI pone que soy catalana o española o de Calasparra que
es donde nací. Por otro lado, el escepticismo vital que impera en mí desde hace
tiempo me impide ilusionarme con la utopía de un nuevo país. Y lo de la
corrupción, no sé, es bastante interesante observar las reacciones de la gente.
A mí siempre me habían dicho que España era un país de pillos y tramposos. De
pan para hoy y hambre para mañana. Y en este tiempo compruebo que todo lo
contrario. Que es un pueblo abanderado de las causas justas y dónde la
integridad moral impera por encima de todo, que no tolera la corrupción ni la
incoherencia de sus gobernantes y pide para ellos el peor de los castigos. Y a
ver, no digo yo que no sea un escándalo lo que ocurre, ni tampoco que no
deteste lo podrido que está todo en este país. Pero luego observo lo que tengo
mí alrededor, lo que pasa en un grupo de amigos, en la universidad, en el
equipo directivo de un instituto, en una comunidad de vecinos. Compruebo los
instintos por los que se mueve la gente en estos ámbitos, como se comportan y
después me los imagino gobernando un país y por muy íntegros e incorruptibles
que digan ser yo no pondría la mano en el fuego por ellos. Y que conste de
antemano que como diría J.A.Goytisolo “...aún queda gente buena
en este mundo...” y además todo esto no deja de ser una opinión mía, no
demasiado profunda.
Está claro que hay que opinar,
hay que debatir, hay que intercambiar posturas, esto nos enriquece, nos hace
darnos cuenta de nuestros errores, nos mantiene alerta y nos permite ver las
cosas desde distintos puntos de vista. Pero qué pasa cuando el debate no aporta
nada, cuando discurre entre unos parámetros establecidos y de ahí no sale. Este
es para mí el problema, esta es la sensación que generalmente yo tengo. Se
dedican horas y horas de televisión y de radio a debatir, editoriales,
artículos de opinión… Pero resultan ser debates banales, vacíos, infantiles y
desalentadores. Y cuando periodistas, economistas o políticos tienen esta
manera de opinar y de intercambiar ideas se pierde la esencia, se desvirtúa el
género y al final asistimos a absurdas discusiones o a opiniones generalizadas
sin, tan solo, un punto de reflexión.
Supongo que, dejando a un lado la
intención consciente de los medios en desinformar y ofrecerlo todo machacadito
y fácil de digerir, hay un problema de velocidad. Las redes sociales lo han
agilizado todo de tal manera que las noticias, las tendencias o los temas sobre
los que opinar, caducan de un día para el otro.
Me sorprende muchísimo, cuando
observo mi muro de Facebook, Twitter o los comentarios debajo de
artículos, la velocidad y la facilidad de la gente para tener opinión y sobre
todo para juzgarlo absolutamente todo. Hay gente especializada en ello, se
indignan con los políticos, cuando alguien hace algo que no debe, con las
injusticias y con todo aquello por lo que 'mole' indignarse. También se
emocionan con las cosas bonitas de la vida, qué sé yo, la solidaridad de la
gente en la campaña de recogida de alimentos, algún vídeo viral en Internet,
cualquier cosa, la cuestión es comentarlo, que la gente sepa lo que piensan y
sobretodo que no difiera de lo políticamente correcto, para tener muchos ‘likes’.
Porque en definitiva no dejan de ser comentarios llenos de tópicos, lugares
comunes y cierta filosofía al estilo de los libros de Albert Espinosa o ¡La
vida es chula! Y no sé… la vida a veces simplemente es una mierda.
Me siento demasiado fuera de todo
esto, tanta inmediatez, tanto bombardeo de noticias, tantas ansias de ser
el primero en opinar y al final todo tan vacío. Echo de menos la reflexión,
ahondar en la ideas, sentir que lo que me llega me aporta algo nuevo. Me
pregunto cómo puede ser que coexista una sociedad crítica, indignada,
aparentemente activa políticamente y con ansias de regeneración con una
sociedad tan poco dada a la reflexión, superfícial, en la que al ahondar un
poco resulta que no hay nada. Pero como dije, es mi humilde opinión.