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domingo, 6 de agosto de 2017

Un verano en la ciudad...

I
“Lentamente hacia el olvido, lentamente sin remedio.” M. García

No siempre todo fue tan rápido y hubo un tiempo en que los mensajes no eran instantáneos y sabíamos esperar pacientes una respuesta. Hubo un tiempo en que el hombre se sentaba a esperar; a esperar que hiciera viento, que saliera el sol, que vinieran las lluvias. Hubo un tiempo en que sabíamos apreciar los olores, los diferentes colores del cielo y nos gustaba contemplar el paso de las horas. Hubo un tiempo en que teníamos tiempo y no era tan malo pararse; se nos permitía reflexionar, la inactividad, meditar nuestro siguiente movimiento.
Pero ahora que todo se diluye, que apenas hay nada que podamos apresar durante un largo tiempo. Que nos marcan el ritmo de la vida y el tiempo se nos escapa. Ahora que todo es desechable, consumible o siempre hay una versión mejor... me pregunto si yo también soy objeto de consumo. Si seré en tu vida algo que poder sustituir porque pasó de moda o porque ya no satisface tus necesidades.
Será que estamos destinados a ser usados y cambiados al mismo ritmo que un champú o una camiseta. O que vamos despojando la vida de su profundidad y su trascendencia, hasta quitarle todo lo que pesa y dejar un bonito y radiante envoltorio de nada.

II
"Estaré cerca del mar. Enfrente del horizonte que se licua en formas transparentes o en algún lugar de la frontera.
En el mismo centro de las estrellas, lindando con el punto de armonía de las esferas."
Carlos Chaouen.

Es quizá por eso que, en estos días que no queda un alma en la ciudad y arde el asfalto, que la mente busca un asueto. Así me sorprendo yo demasiado a menudo. Entre el mar y la poesía buscando una tregua; imagino carreteras que bordean la costa, ese azul y esa luz que decía Machado, las playas desiertas allí en el Cabo de Gata.
Otras veces, en las mañanas de sueño camino del trabajo o cuando la vida pesa por el simple hecho de que la vida a veces pesa, evoco tu recuerdo y es como un oasis en medio del desierto. Entonces, ese poema que me regalaste como el que nada pretende, por el simple placer de compartir un buen poema, me devuelve a un lugar que es puro y sólo mío. El lugar de tu recuerdo, en el que, cómo quien pide un tiempo muerto, me pierdo unos instantes; sin ansiedad, sin anhelos. Sólo con gratitud y quizá un interrogante.

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